A Conversation Reinterpreted Between Weimar and Malinalco

1- Now I’m entering the edges…

15 - I feel like a tourist. I feel totally out of place, a tourist inside my own life.

16- en el momento en lo que sales de la lógica urbana, de repente los cuerpos adquieren densidad… [in the moment that you leave the logic of the urban, bodies suddenly acquire density]

8 - as I’m going through, it’s hard to leave…

16 - y la densidad les aporta una alma que es capaz de reconocer [and the density carries a soul that is able to recognize].

6 - This is one side of the bridge that I’m crossing,

1 - but then underneath it

9 - there is still space for serendipity

7 - sin pavimentar, without concrete, raw… todo el tiempo con cierta sensación de extrañeza [always with a certain sensation of strangeness]

11 - and now in only a minute of walking, or thirty seconds, or thirty steps..

20 - I feel somehow like I’m becoming more and more estranged from any sense of a place that I’m actually from, or roots.. and I used to run in the sun … and now as I have spent so many winters in the dark,

23 - Your body has to let go of its relation with the sun, with the heat

15 - which just heightens the feeling…

23 - the sensitivity of the skin

21 - experiencing an estrangement from yourself.. a sense of belonging. Maybe you’re losing yourself.

22 - Losing myself in love, losing myself in this city, in this town. I’m walking in streets that I’ve never walked before... that maybe I won’t walk again.

23 - A bodily experience

12 - en tu cuerpo, con tu cara en este espacio [in your body, with your face, in this space].

—

43 - I was listening to you... Trying to pick on threads that are inviting

44 - I was dealing with expectations.

17 - You have this compulsión de la comparación, no? A compulsion to compare.

34 - A language of control.

49 - To be amazed but not in danger.

51 - You can consume the other without having to risk yourself being consumed.

49 - And to be struck by otherness has to be risky at some point.

10 - Sobre todo porque al ser una conversación diagonal, una colaboración abierta…pues, no queda muy claro qué es el objetivo, no? [Above all because to be in a diagonal conversation, an open conversation… well, it’s not very clear what the objective is, is it?]

21 - You’re throwing yourself in a completely different environment

18 - no son calles muy racionales [they aren’t very rational streets],

39 - this kind of back and forth.

39 - We create a space of vulnerability, moments where I allow myself to let that guard down.

15 - I burn really easily;

46 - I’ve always been suspicious.

—

15 - Even if I were to be alone… even in that case, they all know what I’m about.

49 - The circumstances, why I am here.

38 - We are secluded inside an invisible cage made of internet signals, radio frequencies and images.

36 - Sometimes it’s nice to be completely overwhelmed by sound without sense, without meaning.

49 - The human progress struck me… the proximity of humans became menacing for the senses

39 - and I’m constantly disappointed by them.

33 - Who are you building this future for? Who are you taking with you?

37 - Is it what you expected? Or the expectation was part of something that you have to leave behind?

53 - They went on to devour…

18 - La lógica del pueblo, de las calles… depende de la lógica de la montaña, de las subidas y bajadas. [The logic of the town, of the streets, depends on the logic of the mountain.] The city feels like a blanket over a big, broken geography…with ups and downs, like when you play in the bed when you were a kid, and your knees underneath the blanket simulate hills and valleys, ups and downs

28 - carved like a mouth along the face of the mountain.

30 - It’s very manmade, everything very rationalised… a very cultivated representation of nature

29 - such a strange deconstruction of such a beautiful image.

47 - ¿Cuántas faltas de entendimiento dejamos de existir por el objetivo del progreso? [How many misunderstandings do we allow to exist for the sake of progress?]

Croquiz

Javier Raya feat. Denise Lee

Plaza Beethoven, estacionamiento,

umbrales, ladridos de perros

calles turísticas y alemanes

hablando alemán en Weimar, cuadros

de naturaleza muerta

en movimiento, de tu lado

del Atlántico, al menos, mientras

en un hueco montañoso

del Estado de México

salgo de otro estacionamiento,

umbral, ladrido a nuevas calles

turísticas donde otro paisaje

de naturaleza muerta

con intercambio de servicios

terciarios se adjetiva

con el devenir escarpado

de los pasos, palabras

colgando de golondrinas

invisibles transportan

un campo de acción,

familiaridad con los sonidos

de las máquinas, familiaridad

con el idioma de los vecinos

y el idioma del río que roe

la tierra coronada de moscardones

y abejas, verano en el hemisferio

norte, inusual sonido del agua

enrollada en su grifo, el arroyo

y el empedrado

de las calles que dificulta

los empeños del peatón,

un puente antiguo siempre es

de piedra y atraviesa los ríos

de un solo, definitivo paso, las escaleras

que llevan a niños chapoteando

y aroma de parrillas y bloqueador

solar, me cuentas

que aquí cazaba el duque de Sajonia

mientras paso al lado de un Elektra

que expone su fealdad impúdica

sobre la carretera

y un vaquero se baja del caballo

para recoger un cigarrillo que se le cayó

de la oreja, al final de la avenida

del Panteón, el nombre del duque

de Sajonia era Karl Alexander,

nos decimos buenos días

a velocidad peatonal el vaquero y yo,

tal parece que en todo el mundo

los corredores se saludan al rozar

sus hombros en los parques públicos,

me comentas que es un lenguaje universal

entre los maratonistas, como el río

que roe agua y roe tierra sin dejar

de moverse, el espacio entre los cuerpos

en el campo me parece completamente

antinatural, acostumbrado a las aglomeraciones

de cuerpos en el sistema de transporte

colectivo metro, te comento que acá

mi vecino más cercano

es un caballo que pasta y se asusta

en ocasiones con los truenos

y no se entera del colapso

de la civilización occidental,

te cuento que me parece grosero

ignorar la presencia de otros pasos,

que saludar es restablecerle un gramito

de ser al otro para que no desaparezca

y en la ciudad, para que ese cuerpo

otro no nos haga daño, me describes

cómo es salir de los transitados

caminos turísticos de esos jardines

alemanes tan geométricos a una velocidad

media de 30 pasos por segundo

a través de una escalera, siguiendo

el murmullo del agua, siguiendo

el murmullo de la cultura, subcultura,

microcultura de otros pasos, a medida

que atravieso citadinamente el pueblo

a razón de 30 pasos por segundo,

de una montaña a otra con una prisa

extranjera, pues a juzgar por el gusto

que les da verme a los vendedores

de artesanías, parece que creen

que soy un gringo inventándose un alma

en un temazcal, un colonizador

minúsculo y bufo, embajador

del 30% del producto interno

bruto nacional, y a lo mejor

en el fondo sí comparto

la fantasía de domesticar

a la montaña y hacerme una casita

de campo en alguna parte con olor

a cielo, de ponerle un bozal

al bosque y una correa al río,

después de todo la religión

de la velocidad consiste

en aproximarse con veneración ritual

a las tiendas de artesanías, tomarle

fotos a la entrecomillada “naturaleza”

como si no se tratara de los cuerpos

de plantas y de musgos,

la caminata parece un medio de transporte

poco eficiente en medio de los automóviles,

inútil frente al rugido del avión, un paso

es más o menos la distancia entre dos

árboles, contaré al volver a la mugre

y decir lo que he visto más allá

de Periférico Sur, aunque te comento

que mi fantasía realmente es mudarme

aquí junto al río, a la sombra del Elektra,

aunque lo difícil no es propiamente

desalojar las ardorosas ciudades, sino

desalojar de sentido los pasos y darlos

sin más, sin menos, uno tras otro

para cruzar puentes de hielo

entre continentes, vagar por la propia

circunstancia, incluso si la circunstancia

nos lleva al set de filmación de una telenovela

ambientada en un pintoresco poblado,

el jardín principal donde las novias se reúnen

ritualmente a que les rompan el corazón,

me comentas que estoy en un momento

demasiado Eat Pray and Love de mi vida,

y discutimos sobre si lo mejor es entrar

al negocio de encontrarse a sí mismo

o a la industria de perderse, en amores

y en calles a las qué pintar

con la sensibilidad de un algoritmo

en el recuadro de la selfie, la sensibilidad

es la piel con respecto al clima,

una serendiptia es algo estúpido

hasta que te ocurre, el clima es un adentro

general, tenemos una relación personal

con una estrella enardecida a la mitad

de un sistema planetario suburbano,

das la vuelta a la izquierda

en la casa de campo de un poeta alemán

y me cuentas que quienes nunca

conocimos la nieve sentimos nostalgia

de lo que nunca hemos sentido,

quienes nunca vieron el mar sienten

cómo se les seca un recuerdo prestado,

tenemos una relación personal

con el lado oscuro del cielo hasta

que se nos ocurrió domesticar la brasa

y ponerla a trabajar, encuentras una zona

de bosque donde nunca habías estado

mientras yo trato de seguir los señalamientos

hacia la zona para extranjeros, es decir,

el camino al sitio arqueológico, cuando

me asalta un niño como de seis años

que aparece en un poema de Bukowski

para hacerle notar que el océano

no es nada bonito, y me pongo a pensar

en que mi hijo de seis años se aburre

hasta del océano que es su vecino,

la grandiosidad de la arquitectura europea

resulta repetitiva, me comentas,

la música occidental es el resultado

de las capacidades técnicas y sensibles

de señores europeos del siglo XVII,

las luciérnagas resultan exasperantes

cuando desaparecen, pero los parques

pequeños no se agotan por más

que los corredores les busquen

las orillas, ni los niños se aburren

de recorrer el triángulo escaleno

de las resbaladillas, una gallina

me corta el tren de pensamiento

que se descarrila

a través de un nuevo arroyo,

la nieve y el mar son recuerdos lejanos,

la ciudad y la noche son inventos

de la modernidad industrial,

la única naturaleza es el hormigón

y las varillas a manera de costillar

que soportan nuestras vidas apiladas

en historias de amor que experimentamos

como nuevas precisamente

porque hemos sido amaestrados

para vivirlas, lidiar con el clima

es lidiar con el cuerpo, Wittgenstein

y Thoreau tuvieron disposición

para perderse, te comento que

la escritura me parece una disposición

para perderse entre los cabos sueltos,

a llegar a donde no se espera

por caminos que no se conocen,

encontrar lo que no nos corresponde,

pongamos, como una escalera

en medio de los arbustos

o la casa de campo de Goethe,

aledaña al campo de concentración

de Buchenwald en las guías

de atracción de la ciudad,

me comentas que el dibujo del parque

lo dibujó Goethe, el nefelibata,

el espectador de nubes, arroyos

de aire acumulado en figuras

capciosas, sería una exageración

llamar ríos a los arroyuelos, como

es una exageración llamar nubes

al agua caliente, nieve al agua

fría, el idioma es un gesto

que opera sobre la percepción,

cajas chinas de la memoria

para que los que fuimos

nos cuenten las cosas

que les ocurrieron, acumular

nostalgias y pérdidas

en el cajón de la belleza

y la decepción, como cuando

te conté el hallazgo del caballo

muerto en el basurero

de la montaña, los filósofos

peripatéticos juegan a ser

nómadas, Wittgenstein en el fiordo

noruego era un refugiado climático,

uno que presta singular atención

a las nubes ensaya un desalojo

controlado de su condición

pedestre, de pronto el camino

me lleva a la casa del chamán

que talló un hotel-boutique

con sus propias manos

en la ladera oriente de la montaña,

de manera que los turistas

despierten con los rayos más

frescos del sol, conducir entre

la niebla no te hace un nefelibata,

hay que ser rabiosamente

antiproductivos, tumbarse

en el pasto a fabricar imágenes

a través del juguete de la percepción,

encadenando los movimientos

de moléculas de agua suspendidas

en la tela del viento hasta encontrarles

formas familiares, como ese colibrí

que el magical mystical guy talló

en la piedra desnuda, deconstrucción

de Huitzilopochtli, el colibrí del sur,

la montaña se vuelve una cosa

amueblada, las nubes se vuelven

una cosa que se inyecta con yoduro

de plata para que llueva, la tierra

se vuelve una cosa atravesada

por umbrales que dicen entrada

de un lado y salida del otro,

pero no hay afuera de las imágenes,

de su caja de resonancias

compuesta por parpadeos

de antenas y satélites, una araña,

completamente ajena a estas

consideraciones, conecta dos

arbustos con su madeja

finísima, la telaraña es una tecnología

de pensamiento, la cima de la montaña

aún queda muy lejos, pero la señal

digital ha quedado muy atrás,

por lo que debo regresar

para no dejar una conversación

de cabos sueltos, me cuentas

que adoras a la gente,

pero también la odias, de vez

en cuando, pues te decepcionan

muy a menudo, por lo que hablar

con la gente es ensayar espacios

de vulnerabilidad para dejarse

sorprender y fascinar, bajar

el volumen del juicio, puntuar

cabos sueltos, ciertos pasos

comunes desde donde caminar

con el otro, es un efecto

del idioma, es decir, de la percepción,

el conocer a alguien mediante

la historia que cuenta sobre sí mismo,

te sientas en el pasto a mirar

los agujeros que los topos

dejan en medio de la zona de picnics,

mientras recupero los pasos

que dejé perdidos por el camino

de los turistas rumbo al centro

de Malinalco, donde la familiaridad

de la máquina me recuerda

lo ajenos que somos al topo,

a la araña y al colibrí, retomamos

la conversación bajo la sombrilla

digital donde me envías una foto

de la tapa de una coladera

con el río Ilm al fondo de la imagen,

comienzas a hablar en alemán

y escucho tus palabras

como si observara nubes

o jeroglíficos, te hablo de Huitzilopochtli,

del portador de la serpiente de fuego,

traducir es crear un espacio

de hospitalidad en medio

de la extrañeza, como una cabaña

en medio del fiordo

en la cual se pueda pensar

en cosas más grandes

de las que pueden almacenarse

en una alacena, te platico

de mis clases de capoeira,

de la importancia de enseñarlo

en portugués, de las metáforas

didácticas del capataz

que nos persigue mientras

giramos y rodamos para crear

un espacio de hospitalidad

hecho de ritmo para jugar

a ser libres, porque en algún

momento la capoeira era ilegal,

un camión se detiene

para darme el paso mientras

conversamos sobre las muchas

Américas, de las comunidades

negras que dijeron ya no más,

que me gusta mucho que los niños

aprendan a ser libres primero

en sus propios cuerpos,

para andar caminos más anchos,

puentes de ritmo, de hielo

y de piedra para vagar y ver

las cosas que hay del otro lado

de la percepción, aunque te cuento

que viajo más bien poco,

porque todos terminan tarde

o temprano por visitar

la ciudad de México, y así

me cuentan de las cosas que han

visto, pero sobre todo porque

me aterra sentirme como turista

de ciudades, de cuerpos,

de palabras, y te preguntas

sobre las faltas de entendimiento

y los cabos sueltos que no dejamos

de anudar al habitar el malentendido,

a medida que el ruido que hacen

las personas de los pueblos

a ambos lados del Atlántico

entrelazan una alfombra mágica

tejida de cabos sueltos

con señas particulares

para encontrar lo que nunca conocimos.

Croquiz

Javier Raya feat. Denise Lee

Beethoven Platz, parking,

thresholds, barking dogs

tourist streets and Germans

speaking German in Weimar,

still life in motion, on your side

of the Atlantic, at least, while

in a mountain hollow

in the State of Mexico

I emerge from another car park,

threshold, barking to new tourist streets

touristy streets where another landscape

of still life

with the exchange of tertiary

services is adjectivised

with the craggy becoming

of footsteps, words

hanging on

invisible swallows carry

a field of action,

familiarity with the sounds

of machines, familiarity

with the language of the neighbours

and the language of the river that gnaws

the land crowned with blowflies

and bees, summer in the northern

hemisphere, unusual sound of water

coiled in its tap, the brook

and the cobblestone

of the streets that hinder

the pedestrian's endeavours,

an ancient bridge is always

made of stone and crosses the rivers

with a single, definitive step, the stairs

that lead to splashing children

and the scent of grills and sun

lotion, you tell me

that the Duke of Saxony hunted here

as I walk past an Elektra

that exposes its prurient ugliness

on the road

and a cowboy gets off his horse

to pick up a cigarette that has fallen

out of his ear, at the end of the avenue

of the Pantheon, the name of the Duke

of Saxony was Karl Alexander

we say good morning to each other

at pedestrian speed the cowboy and me,

it seems that all over the world

joggers greet each other as they brush

shoulders in public parks,

you tell me that it is a universal language

among marathoners, like the river

that gnaws water and gnaws earth without stopping,

the space between bodies

in the countryside seems completely unnatural to me.

unnatural, accustomed to the

aglomerations

of bodies in the metro public

transport system, I tell you that here

my closest neighbour

is a horse that grazes and is frightened

on occasion by the thunder

and is unaware of the collapse

of western civilization,

I tell you that it seems rude to me

to ignore the presence of other steps,

that to greet is to re-establish a small gram

of being to the other so that they don't disappear

and in the city, so that this other body

doesn't hurt us, you describe to me

what it's like to leave the busy

tourist paths of those gadens,

German and geometric at an average

of 30 steps per second

through a staircase, following

the murmur of water, following

the murmur of the culture, subculture,

microculture of other steps, as

I traverse the town in a cosmopolitan manner

at the rate of 30 steps per second,

from one mountain to another with a foreign speed,

at least judging by the pleasure

that the handicraft sellers display in seeing me,

they seem to think I'm a gringo

that I am a gringo inventing a soul

in a temazcal, a coloniser

tiny and buffoonish, ambassador

of 30% of the national gross domestic

product, and maybe

deep down I do share

the fantasy of taming

the mountain and making myself a cottage

somewhere with the smell

of the sky, to muzzle

the forest, put a leash on the river,

after all the religion of speed consists of

approaching with ritual veneration

the craft shops, taking pictures of the

the quotation-marked "nature",

as if it weren’t the bodies of plants and mosses

walking seems an inefficient means of transport in the midst of

automobiles,

useless in the face of the roar of the aeroplane, a step

is more or less the distance between two

trees, I will tell when I return to the dirt

and tell what I've seen beyond

the south periphery, although I'll tell you

that my fantasy really is to move

here by the river, in the shadow of the Elektra,

although the hard part is not really

to dislodge the burning cities, but rather

to dislodge the sense of the steps and take them

not one more, not one less, one after the other

to cross ice bridges

between continents, to wander through one's own

circumstance, even if the circumstance

takes us to the film set of a soap opera

set in a picturesque village,

the main garden where brides gather

ritualistically to have their hearts broken,

you tell me that I'm too much

in a moment of Eat Pray and Love in my life,

and we discuss whether it's best to get into

the business of finding yourself

or into the business of getting lost, in love

and in streets to paint

with the sensitivity of an algorithm

in the framing of a selfie, the sensitivity

is the skin with respect to the weather,

a serendipity is something stupid

until it happens to you, the climate is am internal

general, we have a personal relationship

with a blazing star in the middle

of a suburban planetary system,

you turn left

in the country house of a German poet

and tell me that those of us who never

knew snow feel nostalgia

for what we have never felt,

those who have never seen the sea feel

how a borrowed memory dries up,

we have a personal relationship

with the dark side of the sky until

it occurred to us to tame the ember

and put it to work, you find an area

of forest where you've never been before

while I try to follow the signs

to the area for foreigners, which is to say,

the road to the archaeological site, when

I am assaulted by a boy of about six years of age

who appears in a poem by Bukowski

to point out to him that the ocean

isn't beautiful at all, and I start to think about the fact

that my six year old son is bored

even of the ocean that is his neighbour,

the grandeur of European architecture

is repetitive, you tell me,

the occidental music is the result

of the techniques and sensiblities

of 17th century European masters,

fireflies are infuriating when they disappear.

when they disappear, but the small

parks don't run out no matter how hard

the joggers search for their

the shores, nor do the children get bored

to run through the scalene triangle

of the slides, a hen cuts my train of thought

cuts off my train of thought

that derails

through a new stream,

snow and sea are distant memories,

the city and the night are inventions

of industrial modernity,

the only nature is concrete

and the rib-like rebar

that supports our lives piled up

in love stories that we experience

as new precisely

because we have been trained

to live them, to deal with the weather

is to deal with the body; Wittgenstein

and Thoreau had a disposition

for losing themselves, I tell you that

writing seems to me to be a disposition

to get lost at loose ends,

to go where you don't expect to go

along paths you don't know,

to find what doesn't belong to us,

let's say, like a ladder

in the middle of the bushes

or Goethe's country house,

the concentration camp of Buchenwald in the

Buchenwald in the guides

about the city’s attractions,

you tell me that the image of the park

was drawn by Goethe, the nephelibata,

the viewer of clouds, streams

of air accumulated in captious figures,

would be an exaggeration

to call a brook a river, as

it is an exaggeration to call hot water

clouds, or to call cold water

snow, language is a gesture

that operates on perception,

lacquered boxes of memory

so that those we were

tell us about the things

that happened to them, to accumulate

nostalgia and loss

in the drawer of beauty

and disappointment, as when

I told you about finding the horse

dead in the rubbish dump

of the mountain, the philosophers

peripatetic philosophers play at being

nomads, Wittgenstein in the fjord

in Norway was a climate refugee,

one who pays singular attention

to the clouds rehearses a controlled

of its pedestrian

condition, suddenly the road

leads me to the house of the shaman

who carved a boutique hotel

with his own hands

on the eastern slope of the mountain,

so that tourists

wake up with the coolest rays

sun's coolest rays, driving through

the fog doesn't make you a nephelibata,

you have to be rabidly

anti-productive, lie down

in the grass to manufacture images

through the toy of perception,

chaining together the movements

of water molecules suspended

in the fabric of the wind until we find them

familiar shapes, like that hummingbird

that the magical mystical guy carved

on the bare stone, deconstruction of Huitzilopochtli

of Huitzilopochtli, the hummingbird of the south,

the mountain becomes a thing

furnished, the clouds become

a thing that injects itself with silver iodide

of silver iodide to make it rain, the earth

becomes a thing pierced

by thresholds that say entrance

on one side and exit on the other,

but there is no outside of the images,

of their box of resonances

composed of flickering

of antennae and satellites, a spider,

completely oblivious to these

considerations, connects two

bushes with its very fine

the spider's web is a technology of thought.

of thought, the top of the mountain

is still a long way off, but the digital

digital signal is far behind,

so I must return

so as not to leave a conversation

of loose ends, you tell me

that you love people,

but you also hate them, from time to time

from time to time, because they let you down

very often, so talking to people

with people is to rehearse spaces

of vulnerability to let yourself be

surprise and fascinate, to lower

the volume of judgement, to punctuate

loose ends, certain common steps

common steps from which to walk

with the other, is an effect

of language, i.e. of perception,

to know someone through

the story he tells about himself,

you sit on the grass to look at

the holes that the moles

leave in the middle of the picnic area,

while I retrace the steps

that I left lost on the path

of tourists on their way to the centre

of Malinalco, where the familiarity

of the machine reminds me

how alien we are to the mole,

to the spider and the hummingbird, we resume

the conversation under the umbrella

where you send me a photo

of a sieve cover

with the river Ilm in the background,

you begin to speak in German

and I listen to your words

as if I were looking at clouds

or hieroglyphs, I speak to you of Huitzilopochtli,

the bearer of the fiery serpent,

to translate is to create a space

of hospitality in the midst

of strangeness, like a hut

in the middle of the fjord

in which one can think

bigger things

than can be stored

in a cupboard, I tell you

about my capoeira classes,

of the importance of teaching it

in Portuguese, about the didactic metaphors

metaphors of the foreman

who chases us as we

we twist and turn to create

a space of hospitality

made of rhythm to play

to be free, because at one time

capoeira was once illegal,

a truck stops

to give me passage as we

we talk about the many

Americas, of the black communities

black communities who said no more,

that I would really like children to learn

to be free first

in their own bodies,

to walk wider roads,

bridges of rhythm, of ice

and of stone to wander and see

the things on the other side

of perception, though I tell you

that I travel rather little,

because everyone ends up sooner

or later to visit

Mexico City, and so

tell me about the things they have

seen, but above all because

it terrifies me to feel like a tourist

of cities, of bodies,

of words, and you wonder

about the lack of understanding

and the loose ends that we do not stop

knotting as we inhabit the misunderstanding,

as the noise made by

the people of the villages

on both sides of the Atlantic

weave a magic carpet

woven from loose ends

with particular signs

to find what we never knew.